Tun tun tun a correr… si tienes más o menos mi edad, seguramente que recuerdas las caricaturas de Remi, un pequeño niño que recorría el mundo en búsqueda de su madre. Pasaba por pueblos, bosques, lagos e incluso creo que cruzó algún mar, siempre siguiendo la pista de su madre, que aunque enferma, no se podía estar quieta en un lugar.
Tormentas, incendios, enfermedades, maleantes y terremotos fueron algunas de la calamidades que le sucedían a este pequeño personaje; por momentos parecía que lugar al que llegaba era azotado por la desgracia. Sin embargo, él continuaba en su búsqueda con alegría y determinación acompañado de su perro y su chango. Hambre, frío e incertidumbre parecían no detener al pequeño Remi, que nunca desistió de su búsqueda. Tenía un propósito que guiaba sus acciones y al que se dedicaba incansablemente.
Son muchas las lecciones que podríamos aprender de este pequeño personaje, que no se quejaba por todo lo que sucedía, sino que aceptaba que la vida “ES” y tomaba lo mejor de ella en la persecución de su objetivo. ¿Cuántos de nosotros nos desanimamos al primer obstáculo, con el primer “no” o nos centramos en todo lo que ha ido mal, poniéndolo como excusa para no seguir adelante?
Porque sí, la vida es a veces difícil e injusta, pero eso no lo sabe “la vida”, porque ella simplemente “ES”. Somos nosotros los que nos desanimamos, los que ponemos excusas y desistimos, los que asignamos culpas y culpables. Y en esos momentos solemos olvidar que siempre tenemos la opción de detenernos un instante para valorar lo bueno de la vida, para analizar el mejor curso de acción y aprovechar las oportunidades que sí se nos presentan.
En cuanto a Remi, en cada capítulo (o por lo menos de lo que yo me acuerdo) no solo aprendía una lección de vida que lo ayudaba a ser mejor persona y ser humano, sino que además recibía ayuda de distintas personas, adultos y niños, de todas las profesiones, familias completas que lo acogían y auxiliaban en su camino, algunos con un trozo de pan (que siempre compartía con sus mascotas) o un lugar para dormir.
Siempre me pareció una caricatura un poco triste, y sin embargo creo que todos podemos aprender de ella el dejar de quejarnos de lo que “nos pasa” y avanzar con entusiasmo y alegría hacia nuestro propósito de vida.