Me parece que normalmente identificamos que la información viaja del cerebro hacia el cuerpo, o sea que piensas, ves, escuchas, oyes, sientes o pruebas algo; y esto desencadena una serie de experiencias y recuerdos que generan emociones, lo que a su vez produce los cambios físicos en tu cuerpo como una gran sonrisa o un ceño fruncido. Y puede ser algo que estés viviendo, recordando o incluso solo imaginando. Eso sucede y está bien.
Pero resulta que también funciona a la inversa, no son solo los pensamientos los que generan sentimientos, sino que también los sentimientos generan pensamientos, nublando la razón… o más bien: modelándola.
Piénsalo por un instante, no reaccionas de la misma manera cuando estás de malas que cuando estás de buenas, y no “piensas” lo mismo de las situaciones recurrentes en tu vida. Dependiendo de tu estado de ánimo, o cómo te estés sintiendo, cambia tu racionalización de la situación. Lo mismo pasa cuando tu jefe te pide algo de urgencia, se equivocan en tu orden del restaurante, se te cierra un coche en el camino o ves la sonrisa de un niño.
Dependiendo de lo que tú estés sintiendo en ese momento, la experiencia será “filtrada” y los pensamientos generados serán completamente diferentes, a veces tan extremo que pasarán de un “no te preocupes” a un “qué incompetente eres”.
Por supuesto las cosas se van sumando, y si alguien siempre mete la pata, pues puede que te empiece a desesperar. Pero es más común que como TÚ estás de malas, PIENSAS que la otra persona siempre mete la pata. También está la gente que te pone de malas nada más con verla, pero eso será tema de otro post 😉 .
Lo importante de todo esto es que tenemos mucha más injerencia en este proceso de lo que pensamos, simplemente es que no somos conscientes de qué está sucediendo, haciendo que todo se de en automático.
Por ello, me gustaría que tomaras consciencia de la emocionalidad en que estás envuelto cuando tomas ciertas actitudes, estoy seguro que te será fácil empezar a identificar patrones concretos. Un ejemplo común es que cuando se está cansado o de malas tomamos peores decisiones respecto a la comida. Otro podría ser la persona estresada que está en una reunión familiar, no se ríe de los chistes ni participa de la conversación y cuando le preguntan cómo se la está pasando, contesta que bien, de verdad se la está pasando bien y hasta desestresándose un poco, simplemente sus sentimientos en ese momento hacen que sus pensamientos sobre los chistes sean de simpáticos/sonrisa en lugar de graciosísimos/carcajada.
Recuerda: cuando somos conscientes de que nuestros sentimientos están influenciando nuestras decisiones, actitudes y comportamientos podemos “desconectar” el piloto automático y elegir cómo responder.